viernes, 21 de agosto de 2015

Lazarillo de Tormes - Carta 2

Lima, 17 de agosto de 2015
Querido Lázaro:

Sé que estás en busca de un amo, ya que, aquel clérigo te dejó. Por lo que narraste, no tuviste una opinión muy buena, acerca de ellos, por ello, desearía saber con mayor precisión acerca de tus experiencias con el clérigo y el ciego. Ya que, puedo tener un concepto diferente al tuyo, por eso, te pido que leas mi carta.

Para empezar, quisiera hablar sobre tu primer amo: el ciego. Como mencionaste, es una persona mezquina y avarienta. Te prometió bienestar y cuidado, pero al parecer solo le importaba el dinero. También, observé un maltrato físico, en el cual, fuiste golpeado incontable veces de tal magnitud, que hubo una ocasión donde te golpeó con un jarrón y te estropearon los dientes “el porrazo de tal magnitud que de los pedazos de tiesto no pocos me rompieron el rostro por varios sitios”. Tuviste mala suerte al encontrarlo, y no solo era un ciego cualquiera, sino uno muy sabio, con un gran razonamiento, que era difícil de engañar. Varias veces trataste de engañarlo o tenderle una trampa, pero siempre terminaba descubriéndolo.

Por otro lado, quiero que sepas lo que pienso acerca de tu segundo amo. Quiero, decir que este era muy egoísta, a comparación del ciego. Porque, tenía bastante comida y nunca te ofreció nada. Te volviste a encontrar con un mal amo y peor, porque me pareció indignante lo que hizo contigo, además, me saca fuera de contexto, que siendo un clérigo, hombre de grandes valores e ilustrado, sea todo lo contrario, fue un poco incongruente. Demostraste astucia para conseguir comida, pero, robar no es lo correcto Lázaro, entiendo que morías de hambre, pero podrías haber tomado otras acciones. Me hizo enfadar, cuando no te dio de comer por varios días, y quedaste inconsciente. Para variar, aquel ruin decidió dejarte.  Por lo que dijo “Lázaro, desde hoy eres tuyo y no mío. Busca otro amo y vete con Dios, que yo no quiero tener en mi compañía servidor tan diligente.” Al menos, no te castigo y dejó que te recuperaras.

Al comienzo, cuando leí tu historia, pensé que iba ser aburrida y sin sentido, pero la forma en que resumías tus experiencias y acciones, me pareció interesante. Quiero decirte, que siento lastima por ti, no me imaginaria la reacción de tu madre, al haberte dejado con aquellos amos. Tus experiencias y acciones, me hacían reflexionar y darme una idea, sobre cómo era la sociedad, en aquella época, también, sobre cómo podía actuar yo, en tu lugar.

Saludos,

André

Lazarillo de Tormes - Carta 1

20 de agosto 2015
Querido Ciego:
Hace mucho tiempo que no nos vemos, desde la última vez, que sufriste aquel accidente. Me di cuenta que por abandonarte, escaparme y no preocuparme por su bien, “llegue a la puerta de villa y eche a trotar. No tuve más noticias de lo que Dios dispuso de usted, ni me preocupo saberlo”, por ello, tuve un mal karma. Encontré a un ciego, que gracias a tus docencias para la misa, aquel se convirtió en mi amo.
Pues comparado con este clérigo, usted ciego, es un Alejandro Magno de generosidad, con ser aquel la avaricia misma, “Si digo que toda la avaricia del mundo estaba encerrada en este nuevo amo, nada queda por decir”. ¿Recuerda cuando me daba apenas las sobras de la cena? Pues, este clérigo, no me daba más “que me había asignado de ración una de aquellas cebollas para cada cuarto día”, por ello, gracias por mantenerme vivo, cuando era tu sirviente, porque, aquel me deja desnutrido. Era tan sabio y astuto, como tú, ya que, ocultaba todos los alimentos, que se los ganaba estafando a las personas, “en un arcón, viejo, cerrado con su llave, la cual permanecía atada a la correa con que se ceñía el hábito”.

Por otro lado ciego, algo que aprendí de usted, a imagen de sus acciones, fue robar y actuar con astucia, me las ingenié para comer, ya que, el arcón es viejo y tiene algunos agujeros; se puede pensar que el pan fue víctima de ratones; sacarlo entero no es conveniente, entonces, “comencé a desmigar los panes, tomando uno y dejando otro, de modo que cada tercero o cuarto los rasguñaba”, de esa manera, como quien chupa confites, alivie mi hambre.

También, reconocí que en este mundo, no hay persona, más ruin que mi amo (el clérigo), y mi “solidaridad”, para que ningún enfermo pudiera sufrir con aquella bazofia de persona, le rezaba a mi Señor, para que se llevase a cada enfermo de este mundo. Pero, luego me di cuenta que no era solidaridad, sino egoísmo, cosa que asimilé de usted y mi actual amo, porque, “pienso que tenía bien matarlos para darme a mí vida”. 

Por otro lado, me cuesta pensar dejarlo, porque, aparte, de estar débil y desnutrido, por aquella avaricia, en la que estoy condenado; he tenido dos amos: con usted ciego, moría de hambre, lo deje, y este otro me tiene con ella en la sepultura; si salgo de este y doy con otro peor, “¿Que será de mi sino fenecer?” Con estas razones, no me atrevía a moverme, porque creía firmemente que a lo largo de mis días habría de topar con otros más ruines.

Para finalizar, querido ciego le mando un agradecimiento y reconocimiento por sus enseñanzas a pesar de ser austeras me educaron correctamente. Por ahora, estando en tales angustias, de las que Dios quiera librarme, para optar por una mejor vida.
Saludos.

Lázaro